lunes, septiembre 11, 2006

la mafia china en santiago

Yo mismo lo vi bajando de un auto negro con vidrios polarizados, con sus lentes oscuros y su traje talla S. Cargaba un contenedor rojo dentro del cual llevaba toda la mercadería de la cual debía deshacerse lo antes posible. El chino de los arrollados primavera se paró frente a la entrada principal de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile a vender sus productos. Lucía un descuidado pelo negro y era dueño de una simpatía que lo haría desplazar a todos los vendedores de frituras de alrededor, lo que no exagerado, pues la obesa vendedora del carrito de la esquina del frente, conocida como "la tía de las sopaipillas", nunca había llegado tan lejos como para cruzar la calle Pio Nono y ponerse al frente de la entrada de la Escuela de Derecho. Es probable que el Decano no la hubiera dejado, ¿pero por qué era tan especial este chino como para que toleraran que se quedara allí?.

Los días pasaban y el éxito de los arrollados primavera fue tan repentino como estable. Nadie compraba más sopaipillas al frente, e incluso acusaron a "la tía" de antihigiénica y de vender productos tóxicos, sin contar de que aún circula el rumor de que es microtraficante de estupefacientes. Todos los días llegaba el chino, pero no siempre en el mismo auto negro, sino que también lo vi llegar un par de veces en un añoso furgón blanco y hasta en taxi, y nunca fue retirado del frontis de la Facultad, salvo el día en que la visitó el Presidente de la República, pues llegaron un par de guardaespaldas que lo retiraron del lugar apenas había descendido del taxi que lo traía.

Sin embargo, y como es de esperar, un día el chino fue detenido por carabineros, pues no tenía patente para vender sus productos, de manera que fue subido al furgón de los uniformados como un delincuente. Ese día "la tía de las sopaipillas" tuvo ventas como ningún otro vendedor. Los estudiantes de Derecho cruzaban la calle para comprar sus productos, pero no conforme con las ventas de sopaipillas y empanadas de queso, la enorme mujer, aprovechando la ausencia del chino, decidió competir con sus propios arrollados primavera, los cuales tuvieron tanto éxito que abrió una sucursal a dos pasos del puesto principal, para abarcar toda la demanda. El chino, luego de unos meses, no volvió y ya nadie lo espera.

Antes de la definitiva desaparición del chino había pasado por la estación Cumming del Metro rumbo a la casa de una amiga. Fuera de la estación una mujer china gritaba con un muy mal español "arrollado primavera a cien pesos". La nostalgia me hizo preguntar si sabría algo del chino que vendía lo mismo frente a la Escuela de Derecho, y luego pensé en preguntarle, pero al parecer no sabía más español. Abandonando la idea fui en rumbo a la casa de mi amiga, y al salir de allí, unas horas más tarde, me devolví a la estación Cumming para regresar a mi casa. La mujer acababa de vender el último ejemplar y se subía a un auto con vidrios polarizados. ¿Sospechoso o no?.

Rodeando en varias ocasiones la estación Cumming y reparando en la existencia de un restaurante de comida china en las cercanías, pude observar una vez que desde ese local había un movimiento sospechoso. Un chino salio afuera y miró alrededor. Luego no pasó nada más. Comencé a espiar... Pero siento que no debo contar nada más hasta que compruebe la veracidad de los datos con los que cuento... Mientras tanto, querido lector, ruego no se fie de estos chinos, son gente peligrosa...

2 Comments:

At 10:30 p. m., Anonymous Anónimo said...

realmente ... es muy bueno... creo que me volvere adicta a tu blog...
pero que pasa que no has subido material... acaso tu alma de artista se esta apagando (espero que no)

 
At 10:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

jajaja como siempre tu con tus historias originales a matar fabian!! me producen la sensación de leer a "Papelucho" (como dice la Rous)... jejeje
Saluditos!

 

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